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Writer's pictureVigilance

Sylvia Fernández: En la vida de la pintura. Parte Dos.


Traducción de español por Habacuc Morales.




Parte uno: https://www.vigilancemagazine.com/post/sylvia-fern%C3%A1ndez-on-the-life-of-painting-part-one



Sylvia Fernández Flora y fauna interna óleo sobre papel 140 x 270 cm 2020




Sobre pintar rápido

Karen Moe: Esto me lleva a mi siguiente pregunta ¿Cómo es que pintas tan rápido y además hay momentos en los que simplemente estás ahí. Me suena como si hubiera flashes de momentos ¿Entonces es ese el verdadero proceso de tu pintura, tu estás capturando, tu te estás dando cuenta o canalizando esos flashes?


Sylvia Fernández: Sí, en realidad sí pinto rápido. Y si trato de alargarlo, no se queda conmigo. De verdad la cagó cuando me quedo con una pintura por una semana. Si eso pasa, no va a funcionar.


KM: Como cuando piensas demasiado, cuando lo sobre-piensas.


SF: Sí. Incluso si no estoy pensando. Estoy aún pintando. Es el ritmo. Es el pulso en mí. Es como un palpitar. No puedo alargarlo, tú sabes, es como lo siento y no puedo detenerlo. Sólo estallo. No sé si sean como flashes. Es más bien como si todo se viniera junto al mismo tiempo y está en realidad en el presente. Lo que sea que sienta, lo que sea que esté en mi imaginario, cualquier color que tenga en mi paleta cual sea la situación que esté viviendo al día. Y eso no resuelve nada. Pero es un lugar realmente lindo para estar porque es sólo ese momento y está totalmente presente y todo combina y emerge repentinamente y sucede y no dura tanto. Yo creo que es como la felicidad. Aunque sea por un segundo. Y luego se desvanece y luego vuelve. Para mí, el acto de pintar tiene que ver con todo en este preciso instante. Di a luz dos veces y recuerdo que cuando estaba ahí, no puedes estar en ningún otro lugar. Es preciso el lugar, la hora, el tiempo. Es como la meditación. Yo medito mucho. Así que puede que tenga ver con eso. Y luego tengo el placer de mirarlo y darme cuenta de lo que es. Entonces se va para otro lado. Lo hago y luego lo encuentro. A veces es más largo que eso, una hora o más. Cuando un cuadro es de dos metros, incluso si lo quiero, no puedo lograrlo en un día, tal vez me tome dos. No duermo bien porque todavía estoy allí. No he terminado. Estoy en otro estado. Estoy en otro lugar. No estoy aquí. Estoy en el medio.


Sylvia Fernández Tócame óleo sobre papel 52 x 50 cm 2020



Sobre la cuarentena y el conceptualismo. O, las desapariciones y lo que queda.

El cuadro Tócame de Sylvia Fernández es un resultado de opuestos. No me toques se ha vuelto un mantra de lo que quizá será referido como “El tiempo del COVID”. E, incluso si estamos hartos de hablar y escuchar sobre esto, es imposible no ser tocado por una pandemia mundial.


Mucho de los trabajos de la cuarentena de Fernández gritan cuando llegan. En Tócame, dos manos se retiran como flores marchitas a los costados del marco mientras que otra está apunto de agarrar el aire; dos más vienen juntas donde el pulgar de uno se funde con el meñique del otro y hablan de una relación tan íntima que la separación es afín a jalar parte de la carne. Con todo, la necesidad de tocar se ha vuelto un rechazo existencial.


Pero uno casi lo logra. O ya lo logró. El gesto (no) es correspondido ya que el agarre es flojo y, aunque, como imagen fija, existe una ambivalencia sobre si la mano está a punto de apretar su agarre o de perderlo, la energía del cuadro afianza al último—las figuras están al borde de un destacamento final. Fernández me contó cómo, por no poder tocar a la gente, ha perdido su forma, su forma. Ella dijo:


“Empiezas a pensar en la forma de tus manos y así cuando tocas a alguien esa la forma de ti misma”.


Sylvia Fernández donde tus manos me lleven óleo sobre papel 70 x 60 cm 2020



Especialmente para los artistas que viven en centros urbanos —y más aún para aquellos que viven en ciudades del tercer mundo donde los efectos de la pandemia son mucho peores— el proceso de internalización se ha intensificado.


“Hay un caos afuera”, me dijo Sylvia al describir su vida ahora en Lima. “Si no puedo salir, tengo que entrar. Siempre lo hago con mi pintura, pero ahora es inevitable. Tengo que entrar sólo para ver lo que hay en comparación con lo que hay afuera. Así que cargas lo que sientes del exterior y es doloroso porque, lo que sea que veas, es como el fin del mundo de alguna manera, el mundo que conocías. Así que cargas todo eso y vas a tu estudio y lo que he estado encontrando, es desolación, es vacío”. En donde tus manos me llevan, una mano se dirige hacia un recuerdo más allá del marco; un brazo se extiende como un río; los dedos se han convertido en afluentes del ahora forzado paisaje interior. “Es como encontrar un lugar que una vez conociste realmente brillante y ahora está oscuro”, dice.


Sylvia Fernández Destello de luz y su sombra óleo sobre papel 52 x 50 cm 2020



Es irónico u obvio que muchos de los paisajes que Fernández encuentra en su interioridad forzada de cuarentena en el centro de la ciudad son literales en términos de ser de la naturaleza. Pero primero, como acto ritual cuando se está a punto de entrar en un paisaje hecho de memoria, hay un borrón. La primera pintura de la cuarentena, Destello de la luz y su sombra, representa una transformación de la luz en oscuridad, una caída de un acantilado de lo sabido. La artista me contó que se sintió como si casi se hubiera borrado a sí misma cuando terminó la pintura. Pero no del todo.


“Al menos tenemos la sombra”, dijo mientras la pintura registra su propia desaparición en forma de una piel que ni se acuesta, yace, flota o se hunde sobre/dentro/encima de las estrías primitivas de color verde.


Sylvia Fernández lugar de dolor óleo sobre papel 22 x 31 cm 2020



Lugar de dolor, sin embargo, es la retirada de cualquier posibilidad de un 'al menos'. Hay un paisaje, liminal, en los bordes de sí mismo, compuesto de amplios trazos de azules y negros donde la artista ha diluido su óleo hasta tal punto que tiembla dentro de su propia disolución. Pintura precaria. Mi frecuencia cardíaca aumenta. Uno se ve obligado a inclinar la cabeza, alargar el cuello hacia adelante y asomarse a través de lo que podría ser cabello pero tiene el efecto de una gasa raída por el deseo ejercido por nuestra mirada.


Sylvia Fernández expansión del dolor óleo en cartón 27 x 27 cm


Expansión del dolor es una hélice de formas amibianas pintadas en los azules más negros con trazos del rosa esperanzador de Frenández. Atadas entre sí por hilos fibrosos, las proto-formas son succionadas hacia abajo y llegan, al mirarlas por primera vez, a lo que podría ser un umbral, un espacio de paso; sin embargo, tras una lectura más profunda de la historia que cuenta la pintura, los hilos en espiral están hechos de los mismos tonos que hacia donde se dirigen. La pintura respira vértigo; el destino se compone de lo que llega. A través de la forma y la paleta, Expansión del dolor es una alegoría donde los protozoarios, nuestros antepasados más originarios, están perpetuamente (re)llegando a su fuente.


Sylvia Fernández eco del dolor óleo en cartón 27 x 27 cm



Un amante de las realidades que se encuentran en las contradicciones, la luz y la oscuridad se unen en eco del dolor. No hay posibilidad de que estas formas intestinales que recubren los lados de un cono de ceniza pasen como adornos caprichosos en un pastel de cumpleaños como en Lávate tus dedos[1]; y, sin embargo, los guiones ansiosos chorrean este edificio invertido pintado en un tono de azul que raya en la alegría y que simplemente podría estar hecho de apretones del tubo de pintura opuesto a cualquier cosa con la intención de molestar. Atraído hacia un agujero negro que está lleno de no escapatoria, eco del dolor nos habla desde la distancia respondiéndonos con misterio y luz.


Sylvia Fernández dolor en movmiento óleo en cartón 27 x 27 cm



La pintura final de dolor, dolor en movimiento, tiene lugar en un salón de baile protozoico. Como la belleza de una flor blanca, el placer estético se encuentra en la forma; la paleta de esta pintura es desaturada en una danza de grises, cremas y negros. Los trazos de pincel se mueven de un lado a otro de la pintura proporcionando la alegre coreografía de esta galiarda precámbrica [2] y, cuando uno profundiza en el drama de la pintura, la crema se ruboriza, muy levemente, y la pista de baile se llena de delicadas bandas de algas verde. Nosotros somos voyeuristas a través del microscopio del imaginario del artista, encantados por el placer de sumergirse en lo desconocido—e iluminados por lo que baila con nosotros en la oscuridad.


Sylvia Fernández Conversaciones de cuarentena óleo sobre papel 42 x 34.5 cm 2020



Y luego, están las Conversaciónes de la cuarentena, pinturas de montones distópicos que podrían estar hechos de cabello. Dos pelucas necrófagas están casi a flote, ya que simultáneamente caen sobre una curva planetaria que habla de la enormidad de estas protoformas. Podrían ser tierra; podrían ser humanos; confunden lo orgánico con lo lineal, lo humano con la tierra. Sostenidas por una fuerza misteriosa más allá del marco, estas entidades imponentes están colgadas como marionetas en lo que es (hasta ahora) un terreno inimaginable. Es como si nuevas formas estuvieran emergiendo (una vez más) de un pantano primordial.


Sylvia Fernández Seres de cuarentena óleo sobre papel 42 x 34.5 cm 2020



En otro de Seres de cuarentena, un proto-humano se compone únicamente de pintura. La forma está envuelta por un halo de lo que podría ser un pelaje que está siendo tirado hacia arriba por una fuerza de fricción en sincronía con la misteriosa suspensión de los montones en Conversaciones de cuarentena. Si uno puede encontrar un patrón que todavía esté conectado con lo que alguna vez fue el mundo exterior, podría ser un recuerdo del crecimiento anual de los anillos de un, sus intestinos de madera ahora con la textura de una amiba. Tanto en Seres de cuarentena como en Conversaciones de cuerentena, como ejercicios de (re)encontrar la forma, si uno quiere entregarse al deseo humano de antropomorfizar, estos somos nosotros ahora como extraterrestres en nuestra recién descubierta desolación.


Sylvia Fernández Heridas de luz óleo sobre papel 40 x 50.5 cm 2020



Heridas de luz es desenfrenado con luces de búsqueda que salen disparadas de cortes profundamente negros. Los haces son anhelantes, decididos, provenientes del subsuelo donde el pasado, o lo que fue tan reciente, ha sido enterrado por una sábana de pinceladas frenéticas que se cruzan desde cualquier dirección establecida. A pesar del paisaje abierto, la pintura es claustrofóbica, la incertidumbre es asfixiante y, sin embargo, no todo está perdido. Lo que fue sigue viviendo dentro de sus heridas mientras resplandecen con su luz inquebrantable.


Sylvia Fernández Jardines de cuarentena óleo sobre papel 42 x 34.5 cm 2020



Sylvia me contó la historia de sus vigilias nocturnas

en su pequeño patio en compañía de plantitas con las que, literalmente, conversa. En cuarentena, se sienta con el mundo natural que le queda, disminuciones de lo que antes podía acceder con tanta facilidad. Ella me dijo: “Los pinto a la luz del día. Pero me quedo con el recuerdo de la oscuridad de la noche”.


En Jardines de cuarentena, miramos a través de enredaderas que enmarcan y bloquean el camino hacia un jardín que parece tanto paralizado y obsesionado con su propia desaparición—la dirección de la fuerza es aún incierta. Las venas de las hojas y la luz de fondo que sangra sobre los bordes de las enredaderas son detalles suficientes para mantener vivas a las plantas a nuestra mira. Puedo sentirme en su patio. Oscuridad densa. Una ciudad nunca silenciosa, grillos callejeros despostillando en la oscuridad y, por la mañana, ante otra desaparición de la noche, la artista pinta sus hojas como siluetas aterciopeladas iluminadas a contraluz por la luz durazno del amanecer.


Sylvia Fernández conversación nocturna II óleo sobre papel 30 x 20 cm 2020



Otra noche pintada por el día: insectos de tinta se comen una hoja recordada. Nada duerme en conversación nocturna II. Puedo oír el rascado silencioso; las minúsculas mandíbulas son realmente audibles en mi imaginación enamorada. Y de nuevo, romance rosado, casi lila ahora en este recuerdo mientras su dulzura es devorada progresivamente.


Conversación nocturna nos da mucho de lo que hemos perdido. Casi demasiado. La flora ennegrecida esboza una búsqueda nerviosa y fluye entre sí con una armonía que brinda tranquilidad—aunque las plantas parecen aplastadas por la urgencia del artista por conocerlas nuevamente. En su jardín de cuarentena, Fernández redescubre la forma en que se la han quitado. Pinta la memoria. Ella pinta oscuridad. Pinta la desaparición. Y lo que queda.


Sylvia Fernández conversación nocturna óleo sobre papel 30 x 20 cm 2020



Sylvia pinta la historia de 65% agua.

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Sylvia Fernández: Acabo de terminar la serie Hidrografía interna. Sigue la idea de paisajes internos, prestando atención a los estados emocionales y utiliza el agua y sus diferentes movimientos de manera simbólica y poética para hablar del cambio constante. Hay ocho pinturas que se dividen en dos paletas, partiendo de las cálidas aguas del río y pasando al frío, al hielo y a la nieve. El nombre de cada pieza revela un estado emocional diferente. Pinté uno cada día durante ocho días.


Sylvia Fernández Catarata óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020



Comenzando con el casi borrado de la luz Destello de la luz y su sombra, las pinturas de cuarentena de Sylvia Fernández pasan de lo abstracto a la flora y a lo acuífero donde los paisajes internos son el agua, el agua interior, la fuente de vida. Estamos hechos de más agua que cualquier sólido que podamos usar para negar nuestra ineludible disolución con nuestra vulnerabilidad inherente: la arrogancia de Occidente. En Hidrografía interna, la artista interioriza de qué estamos hechos.


Paradójicamente, lo hace a través de la ciencia. Ella dirige el tropo del objetivo para monitorear su subjetividad encarnada. En la hidrografía de Fernández—como en la ciencia de estudiar y trazar masas de agua—ella se está examinando a sí misma, volviendo lo que son convencionalmente ojos separados de vigilancia hacia adentro para trazar un mapa de un cuerpo de agua que es el suyo propio.


Sylvia Fernández Río óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020



“El agua crea su propio paso a través de la tierra dando forma a su camino”, dice. “Lo que realmente me gusta de esta serie es que el cuerpo humano es 65% de agua, por lo que nuestro ritmo y diferentes estados tienen un eco”. La tierra está compuesta por un 71% de agua. No vivimos en la tierra, deambulando por encima como nos dice nuestra lingüística: vivimos dentro de ella, ya que los cuerpos de agua que corren también están dentro de nosotros. El agua es nuestro conector definitivo con la Tierra.


En Hidrografía interna, puedes comenzar con la cascada o puedes comenzar con la avalancha. Puede comenzar con las pinturas cálidas que literalmente fueron pintadas primero y pasar de cascada a río a laguna a lago y luego abrirse a las pinturas frías con la congelación repentina y el crujido de Grietas y caer en el deslizamiento de tierra y luego descongelar. y luego ser empujado por la ladera de una montaña por una avalancha (nuevamente). O puede comenzar con la avalancha, moverse a través del deshielo, el deslizamiento de tierra y llegar a las Grietas desde la otra dirección para volver a estrellarse en un lago cavernoso, suavizarse en las lagunas, deslizarse por un río serpenteante y volver a sumergirse en una cascada helada. No importa. Todos conducen al mismo lugar: el eterno retorno.


Sylvia Fernández Lagoonas óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020



Si comenzamos con Catarata, ingresamos a una cartografía del agua. Como siempre, la paleta de Fernández es minimalista: el azul marino que acaba de ser negro está pintado por un amarillo que es lo más alejado del color del agua prístina que cae de un acantilado. A diferencia de las paletas de Abuela rosa y de Lávate los dedos [3] donde rosas y grises y azules y negros y ciruelas y malvas se engendran entre sí, el azul/negro y amarillo/naranja de Catarata crean un contraste en conjunto con la agitación emocional de este paisaje interno. El azul/negro que recubre la caverna es como el terciopelo, pero el amarillo recuerda a un mapa antiguo, oculto durante décadas, oxidado por haber sido arrojado a un lado. Hasta ahora. Un cuerpo descuidado a punto de ser cartografiado.


Sylvia Fernández Grietas óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020



La pintura representa el agua. Tiene forma de cascada. El agua se precipita hacia abajo y explota cuando golpea el fondo del acantilado. Y, sin embargo, el torrente está constreñido por la ansiedad, el chorro del agua que cae se ve obstaculizado por pinceladas horizontales agresivas como si el cuadro intentara contener una transformación ineludible y, naturalmente, fracasa: su cascada inevitablemente logra estrellarse hasta el fondo. Paradójicamente, sin embargo, a pesar de este triunfo sobre la estasis impuesta, este intento irónico de solidificar el flujo de agua se continúa mientras la espuma en la base es un trozo pintado con los bordes afilados del bajorelieve que lo separan de su pintura. Sólida, puntiaguda, sin un intento real de denotar líquido, esta espuma es más una montaña que un diluvio ¿Una cascada construyendo una montaña? ¿Una cascada erosionando una montaña? Catarata invierte el proceso de erosión para dramatizar cómo un ciclo de retorno puede ir en ambos sentidos: la cascada desaparece la montaña y la montaña desaparece por la cascada.


Llegamos a Río. Serpenteante. Languideciente. Pensativo. Un respiro. El tóxico naranja/amarillo de Catarata comienza a calmarse con un cariñoso rosa. Seguimos el río mientras serpentea más allá de los límites de su marco y finalmente se vierte en las lagunas de la siguiente pintura. Lagunas traza suaves cuerpos de agua como formas elegantes como cirros sobre la superficie con el color de los atardeceres. Restos de ríos, de fuentes de las lagunas, son hilos que se van desprendiendo desde sus inicios. Entonces. Un cuerpo de agua se ha desplomado; la superficie se ha caído de la tierra; las lagunas se han juntado como una en el lago cavernoso del autodenominado Lago. Esta transformación podría aliviar como una instancia de unificación y destino o sobresaltar como un acto de fuerza y ​​malestar. La paleta se está enfriando. Las estrías casi imperceptibles de la ansiosa cascada amarilla permanecen en la superficie del lago bordeado por un acantilado. La tensión aumenta. Otra vez.


Sylvia Fernández desprendimientos óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020



Todo esta frío. Se siente como si el cambio se hubiera apoderado de nosotros, pero ha estado sucediendo todo el tiempo. La transformación de la paleta ha sido gradual, enfriándose desde Catarata (o calentando desde Avalancha). Ambas direcciones pasarán a través de lagunas, se convertirán en un lago, se dirigen a la ruptura en Grietas construidas sólo con bordes agrietados que pronto serán borrados como desprendimientos. Pasaremos por donde la tierra se desliza como agua o donde el agua se desliza como tierra, entramos en una red de arterias negras sólo para descongelar aunque nada se haya congelado todavía. Nos tambalearemos en la cima de la avalancha, su superficie congelada pintada con trazos que están en armonía con su tirón hacia abajo. El hielo y la nieve se deslizarán por el lienzo, más agua que la cascada que es su siguiente/previa manifestación. El ciclo de cambio volverá a donde terminó/comenzó.


Sylvia Fernández deshielo óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020



“Creo que los lugares oscuros te permiten ver la luz”, dice Sylvia. La oscuridad de lo desconocido dentro de nosotros es un lugar donde el hielo se convierte en agua y el agua, en hielo; donde las cascadas engendran montañas y las montañas, cascadas; y donde las lagunas flotan como nubes y las nubes, lagunas como nosotros somos simultáneamente avivados y erosionados por el eterno fluir. La artista explica: estos son “lugares oscuros, no atribuidos a lo negativo, sino a los lugares desconocidos dentro de nosotros…donde no ves nada excepto lo que estás buscando”.


Continuará…



Sylvia Fernández avalancha óleo sobre papel 54 cm x 42 cm 2020




Véase Sylvia Fernández: En la vida de la pintura. Parte uno:

https://www.vigilancemagazine.com/post/sylvia-fern%C3%A1ndez-on-the-life-of-painting-part-one



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Notas:

[1] Véase Sylvia Fernández: En la vida de la pintura. Parte uno para una discusión de estas pinturas.

https://www.vigilancemagazine.com/post/sylvia-fern%C3%A1ndez-on-the-life-of-painting-part-one. [2] Galliard: danza de la corte del siglo XVI, vivaz y vigorosa.

[3] Véase Sylvia Fernández: En la vida de la pintura. Parte uno, para una discusión de estos pinturas

https://www.vigilancemagazine.com/post/sylvia-fern%C3%A1ndez-on-the-life-of-painting-part-one



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Sobre la Artista:


Exposición de SYLVIA FERNÁNDEZ

Mi trabajo consiste en un diálogo constante con la pintura, una relación que me permite explorar intuitivamente a través del material y llegar a imágenes que vienen de los intereses más íntimos a las ideas plurales/universales. Las asociaciones permanentes entre imágenes e ideas transmiten al espectador su propio viaje. Mi proceso reciente me ha llevado a imágenes que exploran el abandono, la desaparición, la extinción—lo que se ha ido y lo que queda.


Bio

SYLVIA FERNÁNDEZ (Lima, 1978)


Sylvia Fernández estudió en Corriente Alterna, una escuela de arte en Lima, Perú, donde se graduó con honores en el 2002. Desde entonces, ha participado en varias exposiciones colectivas e individuales tanto en Lima como en el extranjero. Además ha participado en diferentes concursos de arte, donde ha sido semifinalista en BP Portrait Award (Londres, 2017), finalista en el premio de la Fundación Focus Abengoa (España, 2005) y recibió el premio Pasaporte para un Artista (Lima, 2004) , entre otros. Ha participado en ferias como Arco (España) y Art Fair Cologne (Alemania) y recientemente Salon Acme (México). Su obra forma parte de varias colecciones de arte locales e internacionales. Sylvia Fernández está representada por Galería del Paseo en Lima, Perú.

https://www.instagram.com/sylviafer78/

https://www.sylvia-fernandez.com/



Sobre el escritor:


Karen Moe es una escritora, artista visual y de performance y activista feminista. Ha sido publicada en revistas como Border Crossings, ArtSpace, WhiteHot y Revista 192. Es la editora y fundadora de la revista Vigilance: Fierce Feminisms. Karen ha exhibido y actuado en Canadá, Estados Unidos y México. Su primer libro, Victim: a Manifesto, se publicará en el otoño de 2021. Karen vive en Columbia Británica, Canadá y en la Ciudad de México.

www.karenmoe.net

https://www.instagram.com/vigilancemagazine/

https://www.instagram.com/karenmoeart/



Sobre el traductor:


Habacuc Morales. Estudiante de enseñanza de español como lengua extranjera. Profesor de lengua italiana, francesa, portuguesa, español y náhuatl, así como traductor de las mismas. Amigo. Escritor. Viajero.

https://www.instagram.com/habacuuc/


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